Siembra odio, cosecha violencia

Nota: Este texto lo escribí hace cuatro años, abril de 2013, luego de las elecciones presidenciales que ganó Nicolás Maduro y que Henrique Capriles se negó a reconocer los resultados y solicitó a sus seguidores que salieran "a descargar su arrechera". El contexto actual es propicio para una re-lectura.

Decir que me "preocupa" es un eufemismo para decir que estoy mortificada sobre lo que está ocurriendo con nuestras jóvenes generaciones ante la  manipulación de la violencia que hacen especialmente los medios-privados-de-comunicación.

Leo en las redes el comunicado atribuido a Javu (y que hasta la fecha no ha sido desmentido) en el que hay un claro llamado de segregación clasista. Durante la vertiginosa campaña electoral también fui testigo de los mensajes xenófobos al pretender descalificar al candidato Maduro acusándolo de colombiano (me pregunto si hubiera sido igual de ser sospechoso de tener sangre germana). De igual manera ocurre con el doble discurso ante el apoyo de Cuba a Venezuela a través de la presencia de médicos cubanos en la Misión Barrio Adentro, y cualquier acto de solidaridad que tenga el gobierno venezolano con países latinoamericanos y caribeños como Argentina y Haití, por mencionar los más obvios.

Este lineamiento no es nuevo. Lo vimos claramente durante las convocatorias al desconocimiento del Estado de Derecho durante el 2002, tanto en el golpe de abril como en el sabotaje petrolero y paro empresarial y luego con las guarimbas. En aquel entonces no contábamos con Sibci ni con las redes de medios alternativos.

Todo este trabajo mediático ha quedado bien documentado en documentales como "Claves de una masacre", "La revolución no será transmitida" y "Concierto para delinquir". Y es precisamente aquí donde queda en evidencia el insólito bombardeo permanente de mensajes de odio a los que estuvieron expuestos, sin mayor análisis y/o reflexión lxs entonces niñxs y adolescentes. Mensajes que incluso fueron reforzados por familiares, maestros, incluso sus propios padres.

¿Que pasó con estxs niñxs?

Quienes tenían entonces, en el 2002, entre 7 y 16 años, tienen ahora de 18 a 27 años. No tengo que ser psicóloga o socióloga para comprender que aquí radica el origen de movimientos como Javu y otros grupúsculos convencidos de que la violencia es una alternativa, por no decir su alternativa. Si a esto le sumamos que enfrentamos un nuevo episodio de autocensura, tergiversación, mentira y manipulación por parte de los medios-privados-de-comunicación; aunado a un "liderazgo" mediático, mimetizado con simbologías ajenas y no coherentes a su verdadero propósito, superficial y descontextualizado, irracional y con poco o nada de sentido común en el manejo de los resultados de las elecciones presidenciales de abril de 2013... No hay que extrañarse con las consecuencias: manifestaciones de frustración reprimida y rabia pésimamente canalizados y drenados a través de expresiones espontáneas y no tan espontáneas de protesta. Insisto con esto porque no es espontáneo el uso de bombas molotov, ahí hay premeditación. Como hubo premeditación en el reclamo no fundamentado de irregularidades sin pruebas concretas, sin consignacion legal de ninguna solicitud sino hasta tres días después. Tres días y ocho muertos después, sin contar heridos ni pérdidas materiales.

Y ahí están lxs niñxs de entonces, jóvenes de ahora y nuestrxs niñxs de ahora; expuestos nuevamente a esta campaña de programación neurolingüística consciente e inconsciente...

Me mortifica lo que está ocurriendo con la nuevas generaciones, especialmente las que permanecen sin sentido crítico propio, y en su lugar una especie de inercia argumentativa. Me alivia saber que también se está forjando una generación de luchadores con conciencia social y sólidos valores: esta semana la hija adolescente de un gran amigo tuvo que enfrentar esta dura realidad en su salón en un colegio privado de clase media cuando el profesor solicitó que se separaran en chavistas y "caprilistas". Esta joven valiente quedó de pie sola frente a todos sus compañeros y así soportó con valiente dignidad la diatriba del profesor en la que  estigmatizó y calificó a los chavistas. Ante la posibilidad de denunciar al profesor la joven revolucionaria decidió no hacerlo ya que tenía a su esposa enferma con cáncer y no quería que perdiera su trabajo...

Mientras los que siembran odio cosechan violencia, los que sembramos valores cosecharemos Patria.

20 de abril de 2013

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